Look for the girl with the sun in her eyes
And she's gone
And she's gone
El despertador sonó por tercera vez, repitiendo la misma canción de cada mañana -Here comes the sun. Here comes the sun. And I say, it's alright- ; pero hoy sería diferente. Sin rutinas que cumplir, con los pies descalzos y a kilómetros del reloj, ella corría bajo el rocío de una mañana de campo. Con los primero rayos de sol asomando por el este y la luna desvaneciéndose poco a poco, aún coronando el cielo. El pasto -un poco alto- le rosaba los tobillos desnudos produciéndole cosquillas, y se reía a carcajadas aunque nadie la observase, dejándose invadir con esa sensación de completa libertad. El vestido de pleno verano podía resultar inoportuno en estas primeras mañanas otoñales cuando la fría briza se deja ver por estos pagos nuevamente. Pero hoy nada importaba, podía percibir como su cabello se enmarañaba en todos lados a causa del viento y como algunos alborotados mechones se escabullían por sus labios. Tenía la piel fría, pero las mejillas encendidas y la respiración agitada. Las primeras mariposas comenzaban a revolotear a su alrededor a medida que el astro rey entibiaba el paisaje.
Llegó a un remanso donde la hierba era más corta y empezó a girar, cantando de felicidad, gritando a los cuatro vientos, sin nadie a quien rendirle cuentas. Cayó al suelo después de marearse y el mundo daba vueltas; el horizonte bajaba y subía; sus pupilas se dilataron por la adrenalina y el sol dejaba ver con absoluta claridad ese tono avellana entre el marrón y el verde de sus iris. Sus ojos reflejaban ese punto de luz asociado a su vitalidad. En ese instante, estaba en un completo estado de pureza; podías ver su alma reflejada en su cuerpo. Y lo cierto es: que nunca había estado más hermosa.
Llegó a un remanso donde la hierba era más corta y empezó a girar, cantando de felicidad, gritando a los cuatro vientos, sin nadie a quien rendirle cuentas. Cayó al suelo después de marearse y el mundo daba vueltas; el horizonte bajaba y subía; sus pupilas se dilataron por la adrenalina y el sol dejaba ver con absoluta claridad ese tono avellana entre el marrón y el verde de sus iris. Sus ojos reflejaban ese punto de luz asociado a su vitalidad. En ese instante, estaba en un completo estado de pureza; podías ver su alma reflejada en su cuerpo. Y lo cierto es: que nunca había estado más hermosa.